TBR: Tengo la impresión de que entrados ya en este
nuevo siglo, empiezan a asentarse las bases de una nueva literatura, menos
frívola que la de los noventa y más comprometida con los problemas de la
actualidad. Tu novela, La materia del deseo, asume, con todas sus
consecuencias y responsabilidades, las características de una literatura de
compromiso, es decir, te será ineludible en esta y otras entrevistas hablar de
los problemas políticos y sociales de América Latina.EPZ: Creo que lo que ocurrió es que, cuando los
escritores de la generación del noventa aparecimos en escena, dimos una imagen
algo frívola porque teníamos muy claro cómo no queríamos escribir, pero no
teníamos claro nuestro propio proyecto narrativo. Creo que con los años la cosa
está más clara: algunos de nosotros queremos escribir novelas con contenido
político y social, pero queremos ir más allá de la típica novela
política-social. Benavides es un claro ejemplo de esto. En cuanto a La
materia del deseo, parte fundamental de mi proyecto consistía en narrar cómo
mi generación se relacionaba con lo político: es decir, de manera indirecta.
Como el protagonista, se intenta asumir una actitud distanciada, única, algo
cínica, pero al final se debe aceptar que la política se inmiscuye en todas
partes, en nuestra vida cotidiana, y más vale afrontar nuestra responsabilidad
histórica.
Nuestra actitud de distanciamiento con respecto a las
cuestiones políticas no nos va a llevar a nada bueno |
TBR: En La materia del deseo has querido
representar la responsabilidad histórica de un joven boliviano. ¿Cuál es esta
responsabilidad exactamente y si existe, crees que puede ser compatible con la
responsabilidad de la juventud latinoamericana en general? EPZ: Más que responsabilidad histórica, lo que quería
representar es que nuestra actitud de distanciamiento con respecto a las
cuestiones políticas no nos va a llevar a nada bueno. El protagonista sufre una
crisis por falta de asidero con el mundo; quizás por ello decide rastrear en el
pasado, en el recuerdo de las generaciones anteriores, más dispuestas a luchar
por el cambio social. A veces hablamos mucho de ruptura con respecto a
generaciones anteriores, pero creo que estas tienen mucho que
enseñarnos.
TBR: En tu novela el padre del protagonista forma parte
de un grupo contrainsurgente, al igual que su tío. Esa generación decidió
olvidar
los abusos que la dictadura de Hugo Banzer
cometió contra sus rivales. ¿Qué podríamos aprender de esa generación
anterior?EPZ: Quizás habría que puntualizar
algo. Cuando hablo de la generación del 60-70, pienso en su momento más
idealista, en mayo del 68 y en la lucha de algunos contra las dictaduras. Es
cierto que después gran parte de esa generación se acomodó de manera muy
oportuna, -oportunista, dirían algunos- a los vientos neoliberales de los 80 y
los 90. Nosotros de ello sacamos la lección de que no valía la pena intentar
cambiar nuestras sociedades, porque esa lucha estaba de antemano condenada al
fracaso. Pero creo que hay un momento que vale la pena recuperar: ese momento en
que, más importante que el éxito o el fracaso de un proyecto, lo importante era
arriesgarlo todo por ese proyecto. Quizás nosotros nos equivocamos menos, pero
eso se debe a que arriesgamos menos.TBR: Tu
novela describe el reciente pasado político boliviano a través de un formalismo
muy interesante, se trataría de un texto cifrado cuyas claves habría que
desentrañar por medio de una pesquisa cuasi historiografíca o detectivesca. ¿Por
qué optaste por esta estratagema narrativa? EPZ: En las primeras versiones de la novela había
escenas situadas en los años sesenta y setenta. Un amigo que leyó esas versiones
me dijo que esas escenas eran la parte más floja de la novela. Ahí me di cuenta
que en realidad mi problema era mi incertidumbre ante la verdad histórica, ante
lo que había ocurrido en verdad esos años. Y se me ocurrió que debía tratar de
convertir ese problema en parte del proyecto formal de la novela; es decir, la
forma en que el protagonista va descubriendo la verdad de la historia es
indirecta, a tropezones, y en algunos casos hasta le es imposible reconstruir
qué fue lo que sucedió. No sólo existen hechos que pueden ser interpretados de
diferentes maneras; también existen hechos o acciones que no podemos llegar a
entender del todo. La historia ya ocurrió y es un rompecabezas que tratamos de
armar (fracasando casi siempre en el intento; nos quedan versiones, no la
versión definitiva). Admiro a escritores que pueden escribir con certeza de
hechos históricos -Vargas Llosa, por ejemplo-, pero mi proyecto novelístico es
otro. Por otro lado, todo eso va con uno de los posibles símbolos del crucigrama
en la novela. La literatura para mí es una suerte de crucigrama, un laberinto
verbal que los lectores tratan de descifrar y en el que muchas veces se pierden
(sin por ello dejar de disfrutar la búsqueda de la
solución).TBR: Asimismo hay muchos juegos de
palabras, y todas ellas pretenden activar una sospecha, por ejemplo, la palabra
Berkeley, que es una ciudad, el nombre de un grupo y el título de un libro, o el
nombre Ashley, que tiene que ver con ceniza, y la palabra ceniza relacionada al
mismo tiempo con el narcotraficante, que se come la ceniza de su propio tabaco.
O la palabra salamadra que puede simbolizar dos personajes del pasado. ¿Estas
relaciones fueron surgiendo de manera casual? ¿Cómo aparecieron?
EPZ: Algunas relaciones ya estaban
cuando comencé a escribir la novela. Por ejemplo, todo lo que tiene que ver con
Berkeley. Yo estudié en Berkeley, y cuando escribía la novela se me ocurrió que
más importante que Berkeley como un lugar que realmente existe, es Berkeley como
símbolo de algo: del flower power de los 60, de la contracultura, de la
rebelión estudiantil, etc. Entonces decidí acumular referencias a Berkeley:
bares, el nombre de un grupo de rock, la ciudad misma, la novela, etc. Una vez
que pones esas cosas en un mismo texto, comienzan a dialogar entre sí, a
acumular significados. Otras relaciones aparecieron después, quizás estaban en
mi subconsciente cuando escribí las primeras versiones, luego un buen amigo mío
leyó el manuscrito y, por ejemplo, me hizo notar la similitud entre Ashley y
ceniza (ash en inglés es ceniza).
Incluso sugirió que la novela se
llamara La ley de la ceniza. Las últimas versiones, lo único que hice fue darle
más resonancia a esas relaciones que habían aparecido de manera
casual.
TBR: Hay varias interpretaciones también y demasiados agentes:
por ejemplo el MAS, "un grupo armado de izquierda en la clandestinidad", y sus
integrantes –no todos de acuerdo-, en contra suya la dictadura de Hugo Banzer, y
en medio, el pueblo. ¿No es preocupante esta actitud pasiva del pueblo en medio
de estos "agentes del acto"? ¿Por qué, además, ahora le exigimos la comprensión
de una coyuntura de la que ni siquiera fue partícipe?
EPZ: Es fácil atacar a las dictaduras una vez que éstas
caen, pero lo cierto es que para que una dictadura se sostenga necesita del
apoyo pasivo o activo de una sociedad. En el caso específico de Bánzer en
Bolivia, tenemos el ingrato honor de ser el único país en Sudamérica que eligió
democráticamente como presidente a alguien que en los años setenta había sido un
dictador. Las clases medias que votaron por él en los 90 se habían olvidado de
la represión de los 70, o al menos pensaban que se justificaba porque no había
sido tan dura como la de Pinochet o Videla, y recordaban el lema de Banzer en
los 70: "orden, paz y trabajo". De modo que sí, yo sostengo que hay una suerte
de "culpa de los sin culpa": los que no quisieron ser partícipes de la dictadura
fueron en cierto
modo partícipes.
Los jóvenes de hoy en América Latina
hemos heredado de nuestros padres una retórica tradicional
|
TBR: Por otra parte se olvida que las
dictaduras cuentan muchas veces con el respaldo de una mayoría, que son muy
populares. Fujimori, por ejemplo, no tuvo mayor aceptación que cuando el
autogolpe, casi un noventa por ciento...EPZ: Sí. Lamentablemente, carecemos de memoria
histórica.
TBR: Algo muy interesante en tu novela,
volviendo a lo que decías antes, es el enfoque juvenil, que se ve además en
otros aspectos y no solo en el modo de afrontar la realidad política. ¿Crees que
hay una mayor sintonía entre los jóvenes de diferentes países en este nuevo
mundo?EPZ: El mundo juvenil me
interesa como tema. No escribo novelas para jóvenes, no creo que mis textos se
restrinjan a eso, sino que escribo novelas sobre jóvenes, o sobre adultos
jóvenes. Me interesa ver tanto su forma de relacionarse con la política y la
historia como su lado frívolo, consumista. Uno de los temas que exploro es la
relación de mis personajes con los medios. Mis personajes están muy conectados,
viven con internet, teléfonos móviles, Palm Pilots, etc. Y eso permite que las
tribus urbanas de distintos países puedan encontrarse en mayor sintonía que
antes. Pero ojo, que no quiero idealizar esto. En La materia del deseo,
uno de los temas que me interesaba era ver cómo tanta conexión hoy puede
significar, paradójicamente, un mayor aislamiento. Vivimos encerrados en la
burbuja del sonido de un Walkman (o un MP3 player), y en vez de salir a la calle
a veces nos pasamos toda la noche frente a una
pantalla.
TBR: Y en el caso de las
relaciones amorosas: ¿Los jóvenes se encuentran en un punto crítico y confuso en
el que hay decidir si romper o continuar con los dogmas del pasado: la
fidelidad, la heterosexualidad, la monogamia, etc.? Lo digo porque me pareció
que tu protagonista personifica este sentir.EPZ: Lo has visto muy bien. Creo que, por ejemplo, los
jóvenes de hoy en América Latina hemos heredado de nuestros padres una retórica
tradicional, machista, que no va con la realidad que nos toca vivir. Rompemos
con esos dogmas del pasado, pero en cierta forma añoramos la estabilidad de ese
pasado. Quizás queremos ambas cosas a la vez, y de ahí cierta crisis de la
masculinidad contemporánea.
TBR: Y el rol de la
mujer... Las mujeres en tu novela, Ashley y Carolina, juegan un papel relevante
y creo que reflejan la nueva mujer joven, decidida, valiente, temeraria, a la
que a los jóvenes les cuesta no solo comprender sino hasta con las que les es
dificil establecer la relación de igualdad que ellas reclaman, por decirlo
crudamente.EPZ: Un amigo escritor
dice que me especializo en personajes patéticos. Mis protagonistas principales
son adultos jóvenes, hombres que se sienten inseguros ante el avance de las
mujeres en todos los campos. Saben que deben tratarlas de igual a igual, pero se
hallan paralizados, perplejos, y quisieran acudir a esa retórica machista de sus
padres, aunque también saben que ésta es hueca y ya no sirve. Esto también
ocurre en mi anterior novela, Sueños digitales.
TBR: ¿Esta perdida esta nueva generación? ¿Tiene
remedio?EPZ: Quizás perdida sin
saberlo, lo cual no es tan romántico. Se trata de una generación tan conectada
que parece de todo menos perdida. Pero bueno, eso es sólo la apariencia. Y no sé
si tiene remedio; lo que sí sé es que, al menos para mí, es muy buen material
literario.
TBR: Esto podría hacer virar el aspecto
temático de la novela actual, ¿no crees?, quiero decir: por un lado, el exceso
de información que recibimos con las nuevas tecnologías, por otro, el
aislamiento ‘walkman’ del que antes hablabas, asimismo, la vieja generación y la
nueva generación masculina no preparada para la nueva generación femenina,
demasidos elementos... En cierto modo no tocarlos sería no hacer
realismo...
EPZ: A su modo, escritores como Alberto
Fuguet y Rodrigo Fresán están tocando estos temas, y mostrando en sus novelas el
nuevo paisaje que nos rodea. Fuguet lo hace en clave realista, mientras que
Fresán lo hace en una clave más post-moderna, digamos realista delirante. Lo
cual significa que esos nuevos elementos que nos da la realidad contemporánea no
tienen que ser necesariamente realistas, al menos no en la acepción decimonónica
del término. Quizás habría también que actualizar las convenciones del
realismo.
TBR: ¿Qué tipo de narrativa
contemporánea te gusta leer? ¿Qué le exiges a la novela de
hoy?EPZ: Yo le exigo a la novela de
hoy dos virtudes simples pero complejas de lograr al mismo tiempo: sensibilidad
e inteligencia. Encuentro eso en la obra de Javier Marías, quizás el mejor
prosista vivo en nuestra lengua. También encuentro esas virtudes en autores como
Jim Crace, Philip Roth, John Banville, Roberto Bolaño.
Vivimos encerrados en la burbuja del sonido de un
Walkman |
TBR: ¿Y con respecto a la técnica y el
tema?EPZ: Soy muy ecléctico. Me
interesa, más que el tema, la textura de la prosa. Y sí, me gusta la
experimentación formal, siempre que no se gratuita, no se caiga en el solipsismo
y esté al servicio de la historia que se quiere contar. O mejor, cuando la forma
se complementa con el fondo. En literatura, después de todo, la forma es el
fondo.
TBR: Acabas de ser galardonado con el
premio Nacional de Novela de Bolivia con El delirio de Turing,
felicitaciones. ¿Podrías adelantarnos algo de la novela?
EPZ: Es una novela muy
ambiciosa, que es un poco como el reverso de La materia del deseo, en el
sentido de que si en La materia... me preocupaba de quienes se
enfrentaron a las dictuduras, aquí cuento la historia de un grupo de
criptógrafos que trabajan en el servicio nacional de inteligencia de Bolivia. La
novela se remonta nuevamente a los años setenta, pero está ambientada en el
presente, en medio de protestas sociales debidas a la crisis del modelo
neoliberal y el surgimiento de grupos antiglobalizadores dispuestos a la lucha
contra el sistema. Hay varios personajes principales, piratas informáticos,
realidades virtuales, etc.
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